Chocolate: esta palabra simboliza mi amor por la cocina; el calor de una llama encendida, encima de la cual hierve el placer que proporciona preparar la comida para los tuyos o para los que has invitado movida por el afecto y la cercanía. Todo eso, claro, lejos de la rutina diaria y de la obligación ancestral que ha conducido y conduce a la mujer a los fogones. Mi madre heredó esta pasión de mi abuela María, yo la heredé de mi madre y mi hija la ha heredado de ambas, añadiendo además el toque especial recibido de su abuela paterna y su sabor colombiano. Ella enarbola con orgullo ese testigo pasado generación, tras generación y con él se adueña de vez en cuando del territorio especial de nuestra cocina. Mi hijo, a pesar de no acercarse al fuego, a la sazón y a las cazuelas, adora la liturgia que acompaña a cada comida especial preparada en la casa y acampa por los predios donde las mujeres somos dueñas, mientras nosotras trajinamos entre sartenes y ollas. Este ritual casi aquelárrico nuestro, del que los hombres de casa son divertidos pero cautelosos testigos, lo que busca finalmente es la sonrisa, el placer, la aprobación de los que se sientan a la mesa. Sí, una vez servida la comida y nada más los comensales haber empezado a probar los primeros bocados, nuestros ojos inquisidores de brujas sabedoras de mezclas y brebajes, atisban cualquier gesto para adivinar en él, el deleite o la ausencia de él. Cuando después de ese primer toque de cuchara o tenedor viene un delicioso o aún mejor un hummmm largo e ilustrativo, entonces las brujas cocineras nos repochamos ufanas en nuestros asientos dispuestas, entonces sí, a disfrutar de la mesa como uno más.
El gusto por la cocina, la comida, el ir y venir de platos, especialidades, sabores viejos, nuevos, seguidos al pie de la letra o improvisados, nos ha regalado con los años y como consecuencia, unas curvas, unos kilos, un cierto envoltorio rafaelino que aceptamos como aceptamos lo que de inevitable tiene el paso del tiempo, tener un lunar en la espalda, o dormir boca abajo.
Fragmento de Palabra a palabra ©Isabel Expósito Morales
Mejor no se puede decir Isabel. El chocolate como excusa para una larga lista de recetas y recetarios. El husmear por la cocina cuando los calderos hierven, la apertura de las tapas añadiendo un hermosos simbolismo a hogar, dulce hogar...el aroma, los aromas... siempre hay una buena excusa para comer con alegría. Siempre hay una buena excusa para compartir una buena mesa. La mejor excusa es la sana costumbre de saborear uno de los mejores placeres; la comida. La mejor excusa es guiso-comida-diversión- evocación. Juntos los mezclamos y es el mejor afecto y ternura que uno puede compartir. Saludos entre fogones.
ResponderEliminarDelicioso chocolate. Me encantó ¿De qué irá la próxima receta?.
ResponderEliminarRosa