Existe la ventana
y un paisaje final
que persevera
en círculos diarios.
Existe el mar
y su luz deshaciéndose
en alientos de agua,
rompiéndose
en rituales estelas.
Existe el beso,
húmedo en plenitud,
ávido en las orillas.
Mar y ventana son:
beso en la boca.