En las lindes de tu piel,
coloco el roce de mi boca:
mar insinuado que te abarca
y, sin embargo, te diluye.
En la frontera de tus pies,
rozo el secreto profundo de tus bosques.
Piel y boca:
mapa donde mi hálito te nombra
y te reclama
y te aclama
y se calman
mis perdidas batallas.
En las lindes de tu piel,
tiendo mis anclas
y a tus pies, tiento
a los laberintos que te forman.
Apenas en la lumbre que adivino,
lindo
los vértices acompasados de tu música.
Allí, cuelgo:
yo péndulo cercano, lejano:
cerca, lejos
y sólo de las caricias que aún no han sido
me sostengo.
Pervivo en tus proximidades;
sólo en ellas soy estremecimiento.