Había un limonero
en el fondo del patio
con una flor de adiós
en maceta de lata,
una ventana abierta
a las tres de la tarde
y un pájaro sin nombre
besando los geranios.
Había una escalera
que subía y bajaba
al confín de la tierra
en zancadas de tallo,
caracolas de mar
que nos contaban
historias de fantasmas,
caminitos de piedra
a la sombra del árbol
y muñecos de trapo.
Había tres hermanos
recreando las esquinas
de la tarde,
jugando a no olvidarse.
Éranse una vez tres niños
a las tres de la tarde.
Es precioso, de una dulzura que subyuga, Isabel.
ResponderEliminarRítmico, lo subrayo entero, porque es una auténtica delicia.
Ay, esa "flor de adiós", ese "pájaro sin nombre" que besa los geranios, esos tres niños, tres (también somos tres hermanos en mi caso).
Un abrazo agradecido por esta hermosura.
Isabel, puedo ver a esos tres hemanos en danza perpétua alrededor del limonero. Incluso esa flor sembrada en una lata. Y esos caminitos de piedra por el sus pequeños pies transitaba. Puedo, puedo...puedo... recuerdos de la infancia, recuerdos que nos queda.Un ritmo en tus palabras que me dejan con un grato sabor. Un abrazo.Tanci
ResponderEliminarIsabel, Tanci me ha robado lo que yo pensaba : podía ver a los críos y toda la escena contada.
ResponderEliminarHay musicalidad en tus palabras, Isabel, y eso me gusta.
Un besote.
Preciosa foto y precioso poema, Isabel. Rezumando olores de niñez. Saludos
ResponderEliminarcuanta dulzura en los recuerdos de la niñez, me encanta esterelato, un beso.
ResponderEliminarIsabel, Tanci, Laura, Francisco y Lilia, mil gracias por tan bonitos y generosos comentarios. Razón tenía Rilke cuando dijo que nuestra patria es la infancia. De allí venimos y ha dejado en nosotros tanta estela que necesitamos volver a ella cada tanto, a recordar a revivir a impregnarnos de aquella savia sutil de la inocencia al lado del amor de quienes hicieron ese viaje con nosotros; los hermanos. Un abrazo de vuelta para todos.
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