miércoles, 16 de noviembre de 2011

DÍA 58. MÚSICA

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La banda sonora de mi infancia fue  el sonido que arrancaba mi padre a su inseparable guitarra.  Fiel amante de la música, por sus manos pasaron acordeón, timple, mandolina, hasta un prospecto de violín que él mismo intentó fabricar, sin ningún éxito, y a todos ellos,  pese a su nula educación musical, logró sacarles hilos de belleza. Entre toda la serie de instrumentos con los que intentó entablar relación, sin duda la  guitarra fue su favorita, su más amada compañera.  Lo recuerdo atado a ella nada más volver del trabajo.  Al regresar a casa, casi la segunda cosa que hacía, después de saludarnos,  era coger su guitarra de donde estuviera para empezar a sacar de ella acordes, melodías.   De algún modo, era su forma de decirle a la vida que él estaba allí para eso: tocar la música, amar lo bello, lo que trasciende, lo que vuela. Estaba claro que pasar diez horas diarias alicatando pisos, no lo definía. Aquel era el oficio con el que se ganaba la vida, pero no lo que era.

    Tenía mi padre, eso sí, pésima memoria, lo que causaba en él auténtica rabia. Recuerdo que alguna vez  insistía en preguntarme si me sabía esa o aquella canción y yo, en la medida de mis escasos conocimientos musicales, trataba de copiárselas para que se las aprendiera.  A cambio y, después de machacona insistencia por mi parte, él me regalaba el canto de alguna malagueña, con esa maravillosa voz de barítono que poseía. Yo la escuchaba siempre al borde de la lágrima, pues su cadencia triste y sus letras desgarradoras me emocionaban.  Mi padre entonces, disimulaba como podía su propia emoción y terminaba la sesión de canto y guitarra con un gesto que sabía que no me gustaba:  tocarme la cabeza, justo en la coronilla y con la presión justa para que yo me molestara y él se marchara riéndose de mi enfado.  Ese toque de cabeza me acompañó hasta su muerte. ¡Cuánto lo he echado de menos desde entonces!.




                                                                                                                         ...


    

De Palabra a Palabra  (memorias)

11 comentarios:

  1. Siempre echaremos de menos sus manos, sus gestos, sus músicas.............siempre.

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  2. Acabo de descubrir que Palabra a palabra, libro al que has hecho referencia en muchas de tus entradas, es un libro de memorias, ¿dónde lo puedo conseguir? Me interesa mucho leerlo. Este fragmento destila añoranza. Un beso. Elba.

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  3. Acorde, memoria, jugarreta a la niña que el tiempo se ha encargado de transformar en dulce añoranza lo que antes era molestia. A veces pienso, que como los perfumes, las esencias de las personas no se ven, se sienten. Perduran más allá del tiempo en quienes más cerca están de ellas. Tú la has olido. La has olido siempre. La olerás toda la vida.

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  4. Qué entrañable y dulce, Isabel. Entiendo tanto que eches de menos ese "toque de cabeza" que tanto te molestaba de chica... Ay, amiga, que los revivimos con nuestras palabras y los recordamos en sus gestos. De alguna forma, viven en nosotras, pues el amor los dota de vida y, mientras se los recuerde, existen. Y el amor, lo único verdadero de esta vida.
    Un beso bien grande.

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  5. Emotivos recuerdos que siempre te acompañarán y que con tus palabras me has hecho revivir los míos.
    Gracias, besitos.
    Este hilo virtual es tan potente o mas para unir amistad y cariño como el físico.
    Siempre me acuerdo de vosotras y especialmente de tí.

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  6. Querida Isabel, la música, ese lenguaje universal junto con el lenguaje de los gestos, nos invade y nos llena de ternuras mientras repiquetean semblanzas vividas de la infancia.Lejos de olvidar esos recuerdos, se nos llena más nuestra alma cuando con un leve sonido, apenas un Do, un Fa o cualquiera de ellos nos llega, como una suave brisa, a recordarnos que siguen a nuestro lado. Tan real como la propia música. Una bellísima historia contada con una exquisita sensibildad. gracias por compartirla. Un abrazo. Tanci

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  7. Qué bonita manera de mirar hacia atrás para traer al presente ese pasado compartido con seres que amamos. Disfruto de la sencillez de esa narrativa que parte del corazón sin más adornos que los bellos sentimientos. Un abrazo. Jorge E.

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  8. Muy emotivo. Seguro que aún sientes esa presión en la coronilla.

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  9. Siempre lo recuerdo, con claridad, casi converso con él, de hecho, me ayuda el pensar que así, donde quiera que este, no se sentirá solo, ahora estoy seguro.
    Te quiero hermanita.

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  10. Me alegró mucho tu visita, precioso. Muchos cariños, un beso y un te quiero para ti también. Vuelve por aquí.

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  11. No hay dos recuerdos iguales, pero nos lo has regalado tan bien que hemos oído esa guitarra (yo, que la toco, pero mal, he oído un punteo con cadencia de balada), ese hogar y esa añoranza de que te hagan de rabiar con todo el amor de un padre.
    Un beso.

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